¿Qué se necesita para ser instructor? Esta pregunta nos la hacemos todos, incluso los instructores, naturalmente.
Realmente no se necesita nada: todos somos instructores.
Lo que nos tendríamos que preguntar más bien es: ¿qué se necesita para ser un buen instructor? o, más bien, ¿qué es ser un buen instructor?
Cuando entramos en un curso no somos los mismos que cuando salimos. Cuando salimos de un buen curso impartido por un buen instructor, somos mejores: mejores personas, mejores profesionales, más motivados, más seguros de lo que hacemos, de lo que es ser una buena persona y un buen profesional… Cuando salimos de un buen curso impartido por un buen instructor salimos con conocimientos que desconocíamos, con ideas que nunca se nos habían ocurrido, con propósitos de hacer cosas nuevas, con determinación… y las hacemos y además nos dan buenos resultados, y nos ayudan a ganar más dinero, a disfrutar más de nuestro trabajo, a tener clientes encantados con nosotros.
Dos preguntas se me agolpan: ¿qué es más importante, que el curso sea bueno o que lo sea el instructor… o es lo mismo? Y también, la esperada ¿es necesario que el instructor inmobiliario sea él mismo un inmobiliario de éxito? ¿será mejor instructor un agente que enseñe lo que él mismo practica?
Empecemos por el final. En primer lugar, seguramente sea imposible ser un agente en el día a día y ser un instructor también. Ambas tareas exigen dedicación, y la maestría en ambas se consigue gracias a la práctica. Un gran instructor no puede llevar el trabajo del día a día del agente y dar cursos también. Normalmente los mejores instructores han sido agentes, y muy buenos, que pasaron a dirigir equipos y personas, y ahora son coaches e instructores pero no tocan directamente un cliente, ni tendrían tiempo para seguirle. Y los mejores agentes pueden dar un curso-charla en el que cuenten como trabajan ellos, puede ser muy interesante, y puede que todo eso no sea muy útil para quien es diferente, trabaja en un mercado diferente, tiene clientes distintos…
El instructor no debe decir a nadie cómo trabajar, asi que contar cómo trabaja él puede resultar pretencioso: su forma de trabajar puede ser útil para él y al mismo tiempo ser un desastre para muchos otros.
Los grandes pianistas tienen profesores que tocan mucho peor que él, y sin embargo son capaces de ver posibilidades de mejora que ellos no ven. Algunos entrenadores fueron futbolistas de éxito, otros no, y en todo caso dan instrucciones a jugadores que hoy día juegan mucho mejor que ellos. Qué decir de sus preparadores físicos que seguramente nunca tocaron el balón.
Pero no somos futbolistas. Un buen instructor debería ser consciente de que él no puede decirle a un agente cómo debe trabajar. La Comisión de Defensa de la Competencia no lo permitiría. Pero no todos los agentes de éxito son capaces de saber porqué lo que él hace le funciona a él, qué parte de ello podría ser útil a otro agente, y por qué.
¿Qué es más importante, el curso o el instructor? Muchos son capaces de estructurar una charla interesante sobre un tema, pero no todos, por mucho éxito que tengan como agentes. Un curso es bastante más complejo que una charla. El instructor presenta contenidos, pero también es un facilitador que motiva y plantea casos, situaciones, actividades. En Estados Unidos los cursos los diseñan especialistas, y se nota. Un instructor, por mucha capacidad de comunicación que tenga, no va a conseguir grandes resultados si no tiene contenidos organizados hacia obtenerlos. Un gran curso, que venga con instrucciones claras para el facilitador, no necesita de un formador-estrella para conseguir buenos resultados.
¿Qué se necesita para ser un buen instructor? Seguramente lo que se necesita es contar con un buen curso, ser disciplinado y seguir las pautas, conocer la materia y, mejor aún, tener experiencia no solo como agente de éxito, sino también habiendo cometido muchos errores que puede evitar a sus alumnos. Y desde luego, lo que se necesita es mucha pasión, generosidad y deseo de ayudar a los alumnos.
Y para ser un mal instructor, ¿qué se necesita? Hablar de lo que se desconoce, desde luego. Pero más que nada el ego, la soberbia de pensar que estás por encima de los alumnos; ese es el gran pecado del instructor. Muchos agentes de éxito que desprecian y se consideran superiores a los instructores que no lo son, seguramente serían pésimos instructores si se dedicaran a ello. Al final el que va a decir quien es buen instructor y quien no, qué cursos merecen la inversión en tiempo en dinero, es el alumno. El consumidor finalmente pone a cada uno en su lugar. Trivion se crea para aumentar la información y la transparencia, para conseguir que la gran oferta que hoy existe llegue con claridad a más y más profesionales de todo el país, y que sean ellos los que digan qué curso y qué instructor les han parecido buenos, fuera de titulaciones o criterios interesados.